Vélez y Peñarol empataron esta noche en Liniers, sin goles, en el arranque de los 16avos de final de la Copa Sudamericana, en un partido que reflejó en el resultado, pero sobre todo en el rendimiento, los presentes que ambos atraviesan: el local por la falta de competencia y los uruguayos por su floja dinámica general.
La estampa inalterable de Rubén Paz caminando a la vera del campo de juego en cumplimiento de sus funciones como ayudante de campo del técnico de Peñarol, Mario Saralegiui, que con su rusticidad fue la antítesis del exquisito evvolante de Racing, parecía, a sus 61 años, mostrarle apenas con su presencia el camino a los que estaban del lado de adentro de la cancha de Vélez.
Sin embargo, quizá desconocedores de su historia de prosapia futbolera riopletense de hace tres décadas, salvo algunos destellos de Fernando Gago, ninguno de los protagonistas de este paupérrimo espectáculo que brindaron los del debutante Mauricio Pellegrino y los orientales llegó siquiera a atarse los cordones como él en sus buenos-viejos tiempos.
Es que a su Peñarol no le está yendo bien en los últimos tiempos en el fútbol de su país y tampoco en el plano internacional, ya que de hecho llegó a esta Copa Sudamericana después de quedar fuera de la Libertadores en la fase de grupos, y eso quedó evidenciado a través de un desenvolvimiento insípido y poco resolutivo.
Y si su performance irrelevante no le permitió a Vélez aprovecharse de la situación para llevarse los tres puntos, fue simplemente porque los de Liniers no tienen actividad oficial desde hace siete meses y eso les terminó pasando factura, ya que a su fútbol le faltó ritmo y precisión en todas las líneas.
Por eso, entre uno que no sabía y el otro que no podía, más lo vacío del escenario y el hecho de que estos 16avos de Sudamericana recién están sacudiendo la modorra del certamen, el desarrollo del encuentro invitó a la desesperanza mirando hacia adelante en el torneo para ambos conjuntos.
Un par de tiros en los palos del arco defendido por el ecuatoriano Alexander Domínguez fueron lo mejor que ofreció Peñarol en los 90 minutos, aunque producto ambos de jugadas más forzadas que elaboradas,
Vélez, por su parte, respondió con otro disparo que devolvió un poste y no mucho más, hasta que en los 20 minutos finales entró Ricardo Centurión en el local para intentar darle algo más de picante al ataque velezano, aunque eso nunca ocurrió.
Muy lejos de estos dos equipos que hoy oscurecieron la noche de Liniers quedaron aquellos de Vélez y Peñarol que disputaron una semifinal de Libertadores allá por 2011 y que terminó definiéndose en favor de los uruguayos por un penal malogrado justamente por un uruguayo, el “Tanque” Santiago Silva, que jugaba por la “V” azulada.
El tiempo pasó, la gloria les fue quedando más lejos a ambos clubes conforme avanzaba la década, y hoy en día, ya en su final, se ven sin futuro promisorio en lo inmediato, esperando apenas la revancha del próximo miércoles en el estadio “Campeón del Siglo” del conjunto uruguayo para resolver cuál de los dos pasará a los octavos de final. Por ahora, nada más que eso.